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miércoles, 5 de noviembre de 2014

¿EL CONOCIMIENTO SE ORIGINA EN LA RAZÓN O EN LA EXPERIENCIA?




Aunque todos los problemas del conocimiento son interesantes, llama la atención uno que resulta apasionante porque los avances de la ciencia actual, especialmente en el campo de la psicología,  en los estudios sobre el cerebro humano y su funcionamiento, resultan de especial importancia para tratar de explicar el origen del conocimiento humano.

La pregunta sobre el origen del conocimiento es crucial: ¿El conocimiento tiene su origen en la razón o en la experiencia?

Para nosotros, tiene tanta importancia la experiencia como la razón en la elaboración del conocimiento; no se pueden desligar el uno del otro porque si bien es cierto es la razón la que comprueba la validez del conocimiento adquirido, es absolutamente necesario partir de algo que está fuera de la mente y que se percibe a través de los sentidos.
Se requiere hacer una mirada retrospectiva de lo que ha sido este problema a lo largo de la historia del pensamiento, para comprender exactamente la problemática planteada.
Desde los inicios mismos de la filosofía se plantearon dos respuestas: La primera es la afirmación de que el conocimiento se origina en la razón. Tal afirmación parece provenir en primera instancia de la importancia que se le dio a la razón como la máxima capacidad del hombre, que lo hace distinto y superior a todos los seres vivos. De allí, nace la corriente denominada racionalismo, que concede la mayor importancia al intelecto para obtener el conocimiento; la otra, afirma que el conocimiento se basa en la experiencia, es decir, en lo tangible, en lo que podemos ver, palpar, oler, gustar; dicho de otra manera, en lo que podemos percibir a través de los sentidos. Para esta corriente de pensamiento, el cerebro humano es como una hoja en blanco que va acumulando el conocimiento de lo que se capta a través de los sentidos. Toda la corriente del empirismo apunta a tratar de establecer la importancia de la experiencia sensorial en el proceso del conocimiento.

La situación problema se presenta cuando se comparan y confrontan los datos obtenidos de las percepciones sensoriales con el producto de las operaciones mentales. Muchas veces, no existe coincidencia entre ellos. ¿Esto es producto de percepciones sensoriales equivocadas o resultado de operaciones mentales mal elaboradas?

Sabemos que algunos filósofos trataron de establecer una síntesis entre el racionalismo y el empirismo como fue el caso de Aristóteles y Tomás de Aquino en la corriente denominada intelectualismo, cuya doctrina se puede resumir en la frase de Aristóteles: “Nada hay en la mente que no haya estado antes en los sentidos”. Según esta corriente, para construir el conocimiento, se parte de la percepción  del objeto a través de los sentidos para luego ser interpretado por la razón. Se debe llegar a una adecuación del objeto real con la imagen que construya la razón, es decir, una adecuación del objeto y sujeto. De la misma manera, Kant se colocó en una posición intermedia entre estas dos corrientes de pensamiento y originar el criticismo con un añadido sobre “elementos a priori” que suponen un conocimiento previo a la experiencia; de cualquier manera, el conocimiento adquirido deberá ser sometido a un riguroso examen crítico que permita establecer la veracidad del conocimiento.

El racionalismo niega que se pueda conocer a través de los sentidos y trata de probar que los sentidos nos engañan, tal como lo muestran el programa televisivo "Juegos mentales" en el que nos muestran como es de fácil engañarnos y mostrar una percepción equivocada  de los objetos con un simple cambio de perspectiva o utilizando trucos con la distancia y forma de los objetos que se le muestran a los sujetos con los cuales realizan los programas. De igual manera, no solo la percepción visual está sujeta a engaños; también la auditiva e incluso la táctil.

La aparición de la GESTALT o psicología de la forma en los inicios del siglo XX, mostró perspectivas interesantes con la introducción de leyes o principios de cómo el hombre percibe los objetos de la realidad. Los hallazgos de esta escuela, parecen dar la razón a quienes proponen una síntesis entre las dos corrientes a las cuales nos hemos referido. Si examinamos los principios o leyes propuestas, vamos a encontrar que las percepciones sensoriales son interpretadas por el cerebro humano siguiendo unas pautas específicas que fueron sometidas a un riguroso examen crítico, que permitió establecer los principios y leyes que pondremos al servicio de la idea general de la importancia de la experiencia y de la razón en la construcción del conocimiento. ¿Cuáles son esos principios?

El primero, es la llamada “Ley de la buena forma”, según la cual el cerebro humano trata de reducir lo que se percibe a las formas más simples posibles; el segundo es el principio de la semejanza, según el cual la mente agrupa los elementos comunes de un conjunto; y esa semejanza se asocia con la forma, los colores, el tamaño y otros elementos que se perciben visualmente. Otro principio interesante es el principio de la proximidad, según el cual los elementos que aparecen contiguos se perciben como una unidad; Otros principios como el principio de la simetría, el principio de continuidad, el principio de dirección común, el principio de simplicidad, el principio de relación entre figura y fondo, el principio de igualdad o equivalencia, el principio de cerramiento, el principio de la experiencia, están todos relacionados con la manera como se perciben los objetos, lo cual nos lleva a la conclusión que la experiencia es muy importante para la construcción del conocimiento.

Los anteriores principios, según nuestra interpretación, muestran que existe una estrecha relación entre la experiencia y la razón, entendiendo por razón un complejo de pensamiento que hace posible que el cerebro humano adecue el objeto que se conoce por medio de una serie compleja de procesos mentales para establecer lo que sería el conocimiento mismo.

Muy seguramente, los avances científicos en el área de la neurología podrán en el futuro, determinar con absoluta certeza la manera como razón y experiencia se unen para realizar los procesos necesarios que comprueben nuestra afirmación.

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