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sábado, 12 de agosto de 2017

SÓCRATES, EL INICIADOR DE LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA

                                                               

Existe un problema difícil de resolver desde el punto de vista histórico acerca del Sócrates, ya que no dejó ninguna obra escrita; lo que sabemos de él, lo conocemos a través de una serie de obras sobre él, procedentes todas de la misma época, que tienen como autores a discípulos inmediatos suyos, como fue el caso de Platón.

Ernst Cassirer en su "Antropología filosófica" afirma que su gran mérito consiste en separar por primera vez la reflexión sobre la naturaleza, propia de toda la filosofía anterior de la reflexión sobre el hombre y conceder a ésta última la máxima importancia: 



     (...) El problema del hombre es lo que separa el pensamiento socrático del presocrático Sócrates nunca ataca o critica las teorías de sus predecesores, no pretende introducir una nueva doctrina filosófica. Sin embargo, todos los problemas antiguos son vistos por él a una nueva luz, porque son referidos a un nuevo foco intelectual; los de la filosofía natural y de la metafísica se encuentran súbitamente eclipsados por una nueva cuestión que parece absorber, de aquí en adelante, todo el interés del hombre...no encontramos en Sócrates una teoría nueva de la naturaleza o una nueva doctrina lógica, ni una teoría ética coherente y sistemática en el sentido en que fue desarrollada por los sistemas éticos posteriores; no hay más que una cuestión: ¿qué es el hombre? Sócrates sostiene y defiende siempre el ideal de una verdad objetiva, absoluta, universal, pero el único universo que conoce y al cual se refieren todas sus indagaciones es el universo del hombre. Su filosofía, si posee alguna, es estrictamente antropológica.  En uno de los diálogos platónicos se nos describe a Sócrates en conversación con su discípulo Fedro. Pasean y a poco llegan a un lugar extramuros de Atenas; Sócrates está admirado por la belleza del lugar. Le encanta el paisaje, que celebra con entusiasmo. Pero Fedro le interrumpe. Le sorprende que Sócrates se conduzca como un extranjero que es conducido por un cicerone. "¿Traspasáis alguna vez los umbrales?", le pregunta; Sócrates responde, con un sentido simbólico: "Cierto que no, mi buen amigo, y espero que sabrás excusarme cuando escuches la razón, a saber, que soy un amante del conocimiento y los hombres que habitan en la ciudad son mis maestros y no los árboles o la comarca". (Platón, Fedro, 230.) (...)
                                                                                                                                                                                                                                                              "Antropología filosófica", pág. 9
     De hecho, define el objeto de la nueva disciplina: es el hombre en su aspecto más amplio. Ese conocimiento debe apoyarse en un método que permita describir no sólo cómo se presentan en el hombre las cualidades y virtudes humanas sino también llegar de alguna manera a definir el fenómeno humano, precisar una definición del hombre.  Por lo menos, eso  se esperaría inicialmente. El método elegido es otro gran aporte: la mayéutica, el diálogo, alejado del monólogo intelectual.
Leamos a Cassirer:
     La observación empírica y el análisis lógico, en el sentido en que fueron empleados estos términos en la filosofía presocrática, se han mostrado ineficaces e inadecuados, porque sólo en el trato con los seres humanos podemos penetrar en el carácter del hombre. Para comprenderlo tenemos que afrontarlo, mirarlo cara a cara. No es, pues, un nuevo contenido objetivo sino una nueva actitud y función del pensamiento lo que constituye el rasgo distintivo de la filosofía socrática. La filosofía, que hasta ahora había sido concebida como un monólogo intelectual, se ha transformado en diálogo. Sólo por la vía del pensamiento dialogal o dialéctico podemos acercarnos al conocimiento de la naturaleza humana. Antes pudo concebirse la verdad como una especie de cosa acabada aprehensible por un esfuerzo del pensador individual y presentable y comunicable así a los demás. Sócrates ya no suscribe este punto de vista. Es tan imposible, nos dice Platón en la República, implantar la verdad en el alma de un hombre como implantar la facultad de ver en el ciego de nacimiento. La verdad es, por su naturaleza, la criatura del pensamiento dialéctico; no puede ser obtenida, por lo tanto, sino en la constante cooperación de los sujetos en una interrogación y réplica recíprocas. No es un objeto empírico; hay que entenderla como el producto de un acto social. Aquí tenemos la nueva respuesta, indirecta, a la pregunta: ¿qué es el hombre? Se dice que es una criatura constantemente en busca de sí misma, que en todo momento de su existencia tiene que examinar y hacer el escrutinio de las condiciones de la misma. En este escrutinio, en esta actitud crítica respecto a la vida humana radica el valor de esta vida. "Una vida no examinada — dice Sócrates en la Apología—, no vale la pena de vivirla". Cabe resumir el pensamiento de Sócrates diciendo que define al hombre como aquel ser que, si se le hace una pregunta racional, puede dar una respuesta racional. Tanto su conocimiento como su moralidad están incluidos en este círculo. Mediante esta facultad fundamental de dar una "respuesta" a sí mismo y a los demás el hombre resulta un ser "responsable", un sujeto moral.  (...)   Op. cit.
     Desde esa perspectiva muy particular, se examina al hombre como sujeto moral, libre y racional que necesita conocer para obrar bien.
      Incluimos en este artículo, una película sobre la vida de este filósofo que cambió la forma de ver al hombre.

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