En el inicio mismo del desarrollo del pensamiento humano, el hombre estaba limitado a la experiencia natural, solo contaba con sus sentidos y con su capacidad de raciocinio que no poseía las herramientas teóricas; así, interpretaba el mundo tal cual lo veía. Esa primera etapa y actitud humana frente a la realidad, es conocida como realismo ingenuo.
En la filosofía griega, cuando los filósofos notaron que el conocimiento obtenido por la experiencia era demasiado precario, aparecieron las dudas y los cuestionamientos.
HERÁCLITO PARMÉNIDES PLATÓN
En el siglo VI a. C. se yergue la figura de Heráclito de Éfeso, quien hace importantes aproximaciones al estudio del Ser y de la realidad.
En los "Fragmentos" que se conservan de este filósofo o en las referencias que subsisten acerca del pensamiento del pensador presocrático, se puede advertir con claridad la esencia de su pensamiento: El fluir, el cambio constante son las características primarias del Ser. El ejemplo propuesto por Heráclito y citado por Platón en su diálogo "Cratilo" (401-402) nos ayudan a comprender sus ideas: "No es posible descender dos veces a las mismas aguas", idea que se reitera en el fragmento 49a: "Entramos y no entramos en los mismos ríos, somos y no somos" (1) Igual, asevera en el fragmento 91: "No se puede sumergir dos veces en el mismo río. Los que se dispersan y se reúnen de nuevo. se aproximan y se alejan" (2). Heráclito afirmó que el alma está conformada por átomos de fuego. El fuego se convierte en uno de los elementos primordiales de los griegos. En los fragmentos 30, 76 y 90 se refiere específicamente a él. (3)
Sin embargo, existen muchas conjeturas alrededor de este tópico, ya que según estudiosos del origen del pensamiento filosófico, Heráclito acude al fuego como una remembranza al mito porque se presta mejor, que cualquier otro elemento, para dar a comprender su pensamiento y, quizá, también por una tradición que venera al fuego, don de los dioses, forjador de la cultura y de la civilización. Prometeo lo robó a Zeus para liberar a los hombres y hacerlos conscientes. Es uno de tantos símbolos como el aire y la tierra: "El fuego vive de la muerte del aire, y el aire de la muerte del fuego; el agua vive de la muerte de la tierra, y la tierra de la del agua" (Fragmento 76), como lo afirma Werner Jaeger en su obra "Paideía".
Se conservan XIX fragmentos de la obra denominada "Sobre la Naturaleza", un poema en el cual el autor mediante una elaborada metáfora, establece los fundamentos de la lógica y de la ontología al mismo tiempo.
"1.
Los caballos que me llevan consigo, cumplen, al hacerlo, toda la plenitud de mi deseo pues no hay duda que son ellos mis verdaderos guías, los que me condujeron por la famosísima ruta
de la diosa que encamina al hombre de las luces del saber a través de todas las ciudades. Por esta ruta me veía llevado; y, ciertamente, los caballos a cuyo impulso marchaba eran muy diestros,
5 ya que tiraban del carro y permitían a la vez que jóvenes doncellas nos mostrasen el camino...cuando ya nuestra carrera hacia la luz era espoleada por las jóvenes hijas del sol que, habiendo abandonado las sombras de la Noche,
10 recogían con sus manos los velos que cubrían sus cabezas.
Alli se encuentran las puertas que guardan los caminos de la Noche y el Día (...)" (4)
Como podemos inferir, el filósofo nos muestra en forma poética los dos caminos que puede tomar el hombre (Noche y Día): opinión, creencia común (δόξα), y verdad (έπιστήμη, αλήθεια). Por el primero, nunca encontraremos la verdad; viviremos en la ignorancia como el hombre común, aferrados a nuestras creencias o a la tradición; el segundo, es el camino de la ciencia.
En la filosofía clásica griega Platón es la figura más importante en lo referente al desarrollo de la ontología. Para comprender su filosofía y pensamiento, hay que partir de la división de toda la realidad en dos mundos: el sensitivo y de la opinión (δόξα) y el inteligible o de las ideas (έπιστήμη), Su pensamiento al respecto se encuentra plasmado en el Libro VII de "La república", en el denominado mito de la caverna.
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(1) HERÁCLITO. Fragmentos. Buenos Aires: Aguilar Editores S. A. Biblioteca de Iniciación Filosófica. N° 82, 1965. p. 126.
(2) Ibid., p. 162
(3) Op. Cit., págs. 127-128, 153 y 161
(4) PARMÉNIDES-ZENÓN-MELISO. Fragmentos. Buenos Aires: Aguilar Editores S. A. Biblioteca de Iniciación Filosófica, N° 51. 1965. p. 50
(5) Ibid., p. 52
(6) Ibid., p. 52
(7) Ibid., p. 53
(8) Ibid., p. 54
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HERÁCLITO DE ÉFESO
En los "Fragmentos" que se conservan de este filósofo o en las referencias que subsisten acerca del pensamiento del pensador presocrático, se puede advertir con claridad la esencia de su pensamiento: El fluir, el cambio constante son las características primarias del Ser. El ejemplo propuesto por Heráclito y citado por Platón en su diálogo "Cratilo" (401-402) nos ayudan a comprender sus ideas: "No es posible descender dos veces a las mismas aguas", idea que se reitera en el fragmento 49a: "Entramos y no entramos en los mismos ríos, somos y no somos" (1) Igual, asevera en el fragmento 91: "No se puede sumergir dos veces en el mismo río. Los que se dispersan y se reúnen de nuevo. se aproximan y se alejan" (2). Heráclito afirmó que el alma está conformada por átomos de fuego. El fuego se convierte en uno de los elementos primordiales de los griegos. En los fragmentos 30, 76 y 90 se refiere específicamente a él. (3)
Sin embargo, existen muchas conjeturas alrededor de este tópico, ya que según estudiosos del origen del pensamiento filosófico, Heráclito acude al fuego como una remembranza al mito porque se presta mejor, que cualquier otro elemento, para dar a comprender su pensamiento y, quizá, también por una tradición que venera al fuego, don de los dioses, forjador de la cultura y de la civilización. Prometeo lo robó a Zeus para liberar a los hombres y hacerlos conscientes. Es uno de tantos símbolos como el aire y la tierra: "El fuego vive de la muerte del aire, y el aire de la muerte del fuego; el agua vive de la muerte de la tierra, y la tierra de la del agua" (Fragmento 76), como lo afirma Werner Jaeger en su obra "Paideía".
PARMÉNIDES DE ELEA
Se conservan XIX fragmentos de la obra denominada "Sobre la Naturaleza", un poema en el cual el autor mediante una elaborada metáfora, establece los fundamentos de la lógica y de la ontología al mismo tiempo.
"1.
Los caballos que me llevan consigo, cumplen, al hacerlo, toda la plenitud de mi deseo pues no hay duda que son ellos mis verdaderos guías, los que me condujeron por la famosísima ruta
de la diosa que encamina al hombre de las luces del saber a través de todas las ciudades. Por esta ruta me veía llevado; y, ciertamente, los caballos a cuyo impulso marchaba eran muy diestros,
5 ya que tiraban del carro y permitían a la vez que jóvenes doncellas nos mostrasen el camino...cuando ya nuestra carrera hacia la luz era espoleada por las jóvenes hijas del sol que, habiendo abandonado las sombras de la Noche,
10 recogían con sus manos los velos que cubrían sus cabezas.
Alli se encuentran las puertas que guardan los caminos de la Noche y el Día (...)" (4)
Como podemos inferir, el filósofo nos muestra en forma poética los dos caminos que puede tomar el hombre (Noche y Día): opinión, creencia común (δόξα), y verdad (έπιστήμη, αλήθεια). Por el primero, nunca encontraremos la verdad; viviremos en la ignorancia como el hombre común, aferrados a nuestras creencias o a la tradición; el segundo, es el camino de la ciencia.
A partir del fragmento II, la Diosa en persona procede a mostrar al filósofo los caminos:
"II Aquella que afirma que el Ser es y el No-Ser no es
significa la vía de la persuasión "puesto que acom-
paña a la "Verdad...
5 y la que dice que el No-Ser existe y que su exis-
tencia es necesaria,
ésta, no tengo reparo en anunciártelo, resulta un
camino totalmente negado para el conocimiento.
Porque no podrías jamás llegar a conocer el No-Ser
"cosa imposible"
y ni siquiera expresarlo en palabras
(5)
El primer principio de la lógica está enunciado claramente: "Lo que es, es y lo que no es, no es".
(5)
El primer principio de la lógica está enunciado claramente: "Lo que es, es y lo que no es, no es".
III ...porque el pensar y el ser son una y la misma
cosa" (...)
VI Hay que decir y pensar que el Ser existe ya que es
VI Hay que decir y pensar que el Ser existe ya que es
a Él a quien corresponde la existencia. (7)
De donde podemos inferir el objeto de estudio de la ontología: El estudio de todo lo existente, es decir, de la realidad.
De donde podemos inferir el objeto de estudio de la ontología: El estudio de todo lo existente, es decir, de la realidad.
VIII ...que el Ser es increado e imperecedero,
puesto que posee todos sus miembros, es inmóvil
y no conoce fin.
5 No fue jamás ni será, ya que es ahora en toda su
integridad.
En este fragmento, aparecen las características del Ser: eterno, inmutable, único.
Podemos deducir la diferencia esencial entre estos dos filósofos con respecto al Ser. Para Heráclito el Ser es cambiante, mutable; para Parménides es inmutable.
puesto que posee todos sus miembros, es inmóvil
y no conoce fin.
5 No fue jamás ni será, ya que es ahora en toda su
integridad.
En este fragmento, aparecen las características del Ser: eterno, inmutable, único.
Podemos deducir la diferencia esencial entre estos dos filósofos con respecto al Ser. Para Heráclito el Ser es cambiante, mutable; para Parménides es inmutable.
PLATÓN
En la filosofía clásica griega Platón es la figura más importante en lo referente al desarrollo de la ontología. Para comprender su filosofía y pensamiento, hay que partir de la división de toda la realidad en dos mundos: el sensitivo y de la opinión (δόξα) y el inteligible o de las ideas (έπιστήμη), Su pensamiento al respecto se encuentra plasmado en el Libro VII de "La república", en el denominado mito de la caverna.
Se trata,
básicamente, de una alegoría a través de una situación ficticia que ayudaba a comprender el modo en el que Platón
concibe la relación entre lo físico y el mundo de las ideas, y cómo nos
movemos a través de ellos.
Platón empieza
hablando sobre unos hombres que permanecen encadenados a las profundidades de
una caverna desde su nacimiento, sin haber podido salir de ella nunca y, de
hecho, sin la capacidad de poder mirar hacia atrás para entender cuál es el
origen de esas cadenas.
Así pues,
permanecen siempre mirando a una de las paredes de la caverna, con las cadenas
aferrándolos desde atrás. Detrás de ellos, a una cierta distancia y colocada
algo por encima de sus cabezas, hay una hoguera que ilumina un poco la zona, y
entre ella y los encadenados hay un muro, que Platón equipara a las artimañas
que realizan los tramposos y los embaucadores para que no se noten sus
trucos.
Entre el muro y la
hoguera hay otros hombres que llevan con ellos objetos que sobresalen por encima
del muro, de manera que su sombra
es proyectada sobre la pared que están contemplando los hombres
encadenados. De este modo, ven la silueta de árboles, animales, montañas a lo
lejos, personas que vienen y van, etc.
Platón sostiene
que, por estrafalaria que pueda parecer la escena, esos hombres encadenados que describe se
parecen a nosotros, los seres humanos, ya que ni ellos ni nosotros vemos
más que esas sombras falaces, que simulan una realidad engañosa y superficial.
Esta ficción proyectada por la luz de la hoguera los distrae de la realidad: la
caverna en la que permanecen encadenados.
Sin embargo, si uno de los hombres se liberase de las cadenas y pudiese mirar hacia
atrás, la realidad lo confundiría y le molestaría: la luz del fuego
haría que apartase la mirada, y las figuras borrosas que pudiese ver le
parecerían menos reales que las sombras que ha visto toda la vida. Del mismo
modo, si alguien obligase a esta persona a caminar en dirección a la hoguera y
más allá de ella hasta salir de la caverna, la luz del sol aún le molestaría
más, y querría volver a la zona oscura.
Para poder captar
la realidad en todos sus detalles tendría que acostumbrarse a ello, dedicar
tiempo y esfuerzo a ver las cosas tal y como son sin ceder a la confusión y la
molestia. Sin embargo, si en algún momento regresase a la caverna y se reuniese
de nuevo con los hombres encadenados, permanecería ciego por la falta de luz
solar. Del mismo modo, todo lo que pudiese decir sobre el mundo real sería
recibido con burlas y menosprecio.
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(1) HERÁCLITO. Fragmentos. Buenos Aires: Aguilar Editores S. A. Biblioteca de Iniciación Filosófica. N° 82, 1965. p. 126.
(2) Ibid., p. 162
(3) Op. Cit., págs. 127-128, 153 y 161
(4) PARMÉNIDES-ZENÓN-MELISO. Fragmentos. Buenos Aires: Aguilar Editores S. A. Biblioteca de Iniciación Filosófica, N° 51. 1965. p. 50
(5) Ibid., p. 52
(6) Ibid., p. 52
(7) Ibid., p. 53
(8) Ibid., p. 54
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