Resulta muy reveladora la declaración del papa Francisco: "Mejor un ateo que un católico explotando a otro". No se trata únicamente de una religión en particular. La proliferación de sectas religiosas que claramente explotan a sus feligreses es verdaderamente alarmante, ya que no solo se refiere a la explotación económica o ideológica; están interviniendo de tal manera en la vida de sus seguidores que los convierten en fanáticos de absurdos paradigmas con que alimentan la ignorancia y propician comportamientos sociales y familiares que recuerdan los lavados de cerebro utilizados por los nazis para conseguir adeptos. La idea de poseer la verdad es el ominoso y peligroso sustrato que conllevan los ritos, la jerarquización, los secretos e incluso los discursos de quienes hablan y actúan en nombre del "Dios verdadero" para imponer sus ideas,